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EL OPTIMISMO DE ORHAN KEMAL
Uno de los extraños fenómenos de la historia de
la literatura es que los escritores optimistas han aparecido
no entre aquellos quienes vivieron vidas económicamente
cómodas, quienes fueron opulentos; sino entre quienes
lucharon contra la pobreza, la falta de dinero y las
catástrofes. Pienso que en contra del optimismo teórico hay
otro tipo de optimismo que se encuentra con menos frecuencia
y que creo que es más preciado y convincente. Es posible
encontrar buenos ejemplos de este tipo de optimismo, el cual
se gana no por aprender sino por vivir, en las primeras
historias y novelas de Orhan Kemal.
Mientras leo sus libros de nuevo, veo que la
mirada observadora de Orhan Kemal va y viene entre dos tipos
de fenómenos. Por un lado, están las observaciones de “Ekmek
Kavgasi”, que aunque no estuvieran en manos de un escritor
naturalista fácilmente podrían transmitir pesimismo a los
lectores. Las condiciones difíciles del trabajo y de la vida
en un país pobre donde el capitalismo recién está siendo
establecido; la pobreza, las enfermedades, el desempleo; un
mundo de lucha por el pan compuesto por trabajadores de
origen campesino, pequeños funcionarios del estado,
patrones, y donde es difícil vivir, en Adana de los años
cuarenta. Por otro lado, esta situado el mundo fuera de la
lucha por el pan diario que podemos intuir al leer sus
obras, del cual Orhan Kemal tenía más placer de hablar. Es
un mundo dulce de amistades, pequeñas felicidades
familiares, hermandad, comidas juntos, amores del barrio,
ociosidad y holgazanería.
En sus historias y novelas, Orhan Kemal encuentra
el optimismo y la alegria al volver repetidamente de ese
mundo oscuro donde la gente esta luchando por el pan, para
refugiarse en este mundo feliz - que puedo decir un mundo
fuera de la economía. Pienso que este optimismo, el cual no
esta basado en libros sino en la vida misma, se había ganado
viviendo.
Orhan Pamuk
(Traducido del turco por Zeynep
Kökkaya Chalar)
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Orhan
Kemal (Mehmet Raþit
Öðütçü era su verdadero nombre), nació en 1914 en la provincia sureña de
Adana. Su padre fue ministro de justicia, pero más tarde tuvo que huir
del país por razones políticas, e instalarse en Beirut. Debido a
estas circunstancias, Orhan Kemal no pudo terminar sus estudios y tuvo
que ganarse el sustento a temprana edad. Cuando volvió a Ádana en 1932,
desempeñó distintas tareas en una fábrica textil, desde obrero, hasta
oficinista. Mientras hacía el servicio militar lo detuvieron y lo
condenaron a cinco años de cárcel. Allí conoció al famoso poeta Nazim
Hikmet y fue entonces cuando decidió escribir, inspirándose en sus
propias experiencias y en las de la gente que le rodeaba (obreros,
familiares, etc). Murió en 1970 en Bulgaria, donde había ido como
invitado.
Es autor de numerosas novelas como
Baba Evi (Casa paterna, 1949), Avare Yillar (Los años golfos, 1950),
Cemile (1952), Murtaza (1952), El Kizi (La extranjera, ), Vukuat Var (El
incidente, 1958)…, relatos cortos, una obra de teatro, las memorias
con Nazim Hikmet (Tres años y medio con Nazim Hikmet) etc. Desde 1972 la
familia celebra un concurso anual de novela en memoria de su padre y que
es, en la actualidad, una de las más importantes de Turquía (Orhan Pamuk
fuel el ganador en 1983 con la novela “La casa del silencio”.)
Varias obras suyas han sido
adaptadas al cine y a series de televisión.
Es interesante tener presente que casi siempre se ha inspirado en los
hechos que vivió en carne propia o de los que fue testigo y que retrató
a personas de su entorno.
Quiero
añadir en breve lo que a mí me atrae del autor:
Estilo:
Su
estilo es muy fluido, claro, a la vez que poético. Las descripciones son
muy bellas y transporta de inmediato al lector al lugar y a la atmósfera
en las que se desarrolla la novela. Los diálogos, que aportan dinamismo,
son sumamente realistas, fieles a las limitaciones de los personajes, a
los localismos, a la jerga de aquella época e incluso en las novelas más
duras, nunca falta el toque de humor.
Contenido:
Sus
obras no han perdido nada de su actualidad, gracias a la mente abierta y
tolerante del escritor:
Son
fascinantes las descripciones de los paisajes, de los barrios obreros y
las fábricas, de aquella región del sur, en el que no solo convivían un
mosaico de diferentes etnias (bosnios, kurdos, árabes…), sino donde
convivían también la modernidad con el feudalismo; donde se vendían las
hijas, mientras las hijas solo querían ir al cine, vestirse y “ligar” y
soñaban con el príncipe azul.
Encuentro interesante, a través de sus novelas más intimistas, descubrir
el mundo interior de los personajes y lo que pasaba entre las paredes de
las casas de las familias de aquella época y cultura.
Si bien
Estambul está de moda, sus obras brindarán al lector la oportunidad de
descubrir otra Turquía y puede que, al familiarizarse con los años de la
industrialización de aquel país, entienda también mejor la Turquía de
hoy.
Además,
es solidario con la mujer y parece que le tiene una gran admiración. En
muchas de sus novelas, el hombre tiene el poder, sin embargo, queda
en un segundo plano. Todos los personajes son humanos. Los malos nunca
son puramente malos ni los buenos son perfectos. Todos tienen sus
debilidades, aspectos tiernos etc.
Como
escritor comprometido que era, estuvo siempre del lado del más pobre y
desfavorecido, pero sin caer nunca en demagogia, ni en tópicos; prefirió
describir a juzgar.
Y lo más importante de todo es que
sus libros se leen de un tirón. He leído ocho novelas seguidas
del escritor, y todas, sin excepción, me han atrapado.
* * *
KÜÇÜK ADAMIN ROMANI (LA NOVELA
DEL PEQUEÑO HOMBRE)
(1)
BABA EVI (LA CASA PATERNA)
(2)
AVARE YILLAR (LOS AÑOS GOLFOS)
”La casa paterna” y “Los años golfos” conforman los dos volúmenes de “La
novela del pequeño hombre”, aunque pueden leerse por separado. De hecho,
en Inglaterra, Macedonia y Grecia, los dos volúmenes se publicaron en un
solo libro.
Orhan
Pamuk ha escrito un prólogo en la publicación de estas dos novelas en
inglés. El mismo prólogo podría encabezar la publicación en castellano.
”Baba
Evi" (La casa paterna) es un libro breve (97
pág.) de lectura muy amena. Por ello y por el alto contenido
autobiográfico, creo que es el libro idóneo para introducir el autor al
lector Español.
Argumento:
El
protagonista de la novela, nace en el seno de una familia del sur de
Turquía. Su padre que es abogado, tras haber luchado como voluntario
durante la Guerra de la Independencia, entra en conflicto con el
gobierno y huye a Beirut junto con su familia. Son los años del exilio.
Allí,
el padre
que no puede ejercer de abogado, por ser extranjero, abre un pequeño
restaurante y manda al protagonista, que ya es un adolescente, y a su
hermano mayor a trabajar allí. Pero el negocio va al traste y los hijos
tienen que espabilarse para ganarse la vida. El hermano menor se dedica
a la venta ambulante y el protagonista que tarda en encontrar trabajo
pasa el rato vagando por las calles, pescando, hasta que un día entra a
trabajar en una imprenta pero no tardan en despedirle. Al final
convence a su padre para volver a Adana, a casa de su abuela, con el
pretexto de reemprender sus estudios. Allí, lejos del padre autoritario
y violento, recobra la alegría de vivir, tiene una pandilla de amigos,
conoce a chicas, juega al fútbol y se olvida por completo de los
estudios.
Contenido:
La
novela retrata la vida de los exiliados que han dejado todas sus
pertenencias atrás. Nos describe un mundo donde los adolescentes en edad
escolar tienen que luchar para sobrevivir y donde chicas, casi niñas,
tienen que prostituirse. Asimismo el autor retrata la vida familiar (la
suya) de la gente corriente, con el padre autoritario y violento, la
madre sumisa, una abuela dominante y un hermano con el que muchas veces
rivaliza. Aunque el libro trata, principalmente, de los años del
despertar sexual y del ansia de libertad. Por lo que no deja de ser un
libro agradable de leer.
“Avare Yýllar” (Los años golfos, 128 pág.),
es la continuación de Baba Evi.
Argumento:
El
protagonista sigue sin estudiar, tiene novia y piensa en el fútbol. Pero
tiene que ganar dinero, puesto que en casa de la abuela falta incluso la
comida. El y su amigo intentan trabajar como peones en la fábrica de
textil, sin embargo, cuando ven la falta de seguridad en la planta
deciden dejarlo. Al final, se escapan a Estambul y si bien la ciudad les
fascina, allí tampoco ven futuro y vuelven derrotados. Ya han acabado
los años golfos. Empieza a buscar una salida a su vida y a reflexionar
acerca de su condición como persona. El protagonista se enamora
locamente de una obrera bosnia de catorce años (él tiene veintidós) y a
pesar de las reticencias de la familia, acaban casándose.
Contenido:
La
novela trata básicamente de la transición de los años locos e
irresponsables a la madurez. Primero están los sueños que se hacen
añicos y después, el proceso de maduración, de toma de conciencia y de
reflexión y por último llega el descubrimiento del verdadero amor.
* * *
Extractos:
1
Cuentan que el día en el que nací,
mi padre, en aquel entonces un apuesto teniente de artillería de
bigotes castaños, se encontraba a pie de su batería, en Dardanos en
Çanakkale. Mi abuelo le mandó un telegrama firmado con mi nombre que
decía,
“He
nacido, para sufrir yo también, las desgracias del mundo”.
Tenía cinco meses,
cuando una noche, mi abuelo sacó mi cuna al patio. La luna, en sus
quinces, estaba radiante. Por lo visto, me quedé mirándola y luego emití
un “chisss” que fue todo un acontecimiento:
¡Ha dicho “chisss”, el
niño acaba de decir “chisss”!
2
Debía de
tener cinco años. Me acuerdo de una casa grande en un jardín con árboles
frondosos que arrojaban sombras oscuras y húmedas. Había a un lado una
fuente, cuya agua caía en una pila de piedra, echando espuma. Era donde
me lavaba los pies e intentaba ahogar al gato de pelo amarillo, hasta
que la hermana menor de mi padre rescataba el animalillo medio muerto.
Siete años mayor que yo, mi tía siempre se comía parte de mis galletas y
chocolatinas y exageraba las pequeñas travesuras para que mi padre me
pegara.
El libro de texto tenía el lomo cosido con hilo de seda
verde. Mi padre, con el cuello de la camisa almidonado, duro como el
hueso, la garganta rubicunda, me llamaba sin falta antes de ir a
trabajar y tras mojar con saliva la punta del lápiz, marcaba en el libro
lo que tenía que estudiar y al devolvérmelo espetaba:
-¡Toma, te lo aprendes a la perfección!
Me encerraban a menudo en el cuarto que había debajo de
la escalera del piso del medio y que era una especie de despensa. De
atreverme a salir, mi tía menor me delataría a mi padre.
Mientras ella jugaba a la raya, haciendo rebotar las
trenzas con cintas rojas, mi tía mayor venía sigilosamente a sacarme de
mi prisión y subíamos a su habitación en el piso de arriba. ¡Qué bonito
era aquel cuarto! El sol que se filtraba a través del visillo de las
ventanas de doble batiente deslumbraba sobre el verde, violeto y
amarrillo de la alfombra de pelo grueso, mientras yo me tiraba, rodaba y
me retorcía sobre la cálida superficie.
Mi tía mayor tenía una abundante melena muy rubia y con
rizos y yo sentía celos de su marido. Un día, de la rabia que llevaba
dentro, le destrocé con tijeras el juego de sofás y aún en aquella
ocasión se abstuvo de quejarse a su hermano.
Al anochecer, poco antes de la llegada de mi padre, me
encerraban otra vez. Cuando ya estaba de vuelta, y a medida que se
acercaban los pasos lentos que hacían crujir la madera y temblar la
casa, me achicaba, me encogía y esperaba con pavor la paliza que sin
duda iba a recibir.
¿Quién era mi padre? ¿A qué se dedicaba?
No lo sabía.
Con el bastón de puño de plata, el maletín amarillo, el
fez rojo y con paja y sobre todo con el ceño que fruncía cada vez que me
miraba, él era para mi nada más que un miedo corpulento.
Se acercaba con tos bronca:
-¿Dónde está el pequeño?
Como si no lo supiera…
-¿Ha estudiado bien?
Casi siempre le contestaba mi abuela:
-Claro que sí, su papá. ¡Ha estudiado de maravilla!
La puerta de la cárcel se abría. El libro bajo el
brazo, reducido en una enorme cabeza rubia en mi camisón blanco y sin
levantar la mirada, esperaba con el corazón en un puño.
-¿Has estudiado?
Me cogía la barbilla y me levantaba la cabeza para que
le mirara a los ojos:
-Contéstame ¿Has estudiado?
¡Había yo aprendido tan bien a adivinar su intención por
el tono de la voz!
-¡Respóndeme, burro! ¿Te has aprendido bien la lección?
-Sí…
-¿Al dedillo?
-Al dedillo…
-¡Lee entonces!
El grueso dedo peludo apuntaba el principio de la línea
que quería que leyera. Pero…, ni rastro de lo que había aprendido de pe
a pa con mi tía mayor; solo veía aquel dedo al principio de la línea,
con la mirada clavada en los agujeritos que había en las raíces de los
pelos…
-¿¡A qué esperas!?
Mi espalda empezaba a cosquillearme…, los agujeros
crecían, decrecían, se alejaban, se acercaban y volvían a alejarse; se
convertían unas veces en boca, otras en ojos. Cuando se hacían boca,
sacaban la lengua, cuando se hacían ojos hacían guiños… ¿Y las letras?
Ellas también estaban en perpetúo movimiento, torcidas o chepudas…
De repente recibía una bofetada, luego una patada… Por
lo general mi abuela me recogía del suelo y me llevaba, apresurada,
arriba, mientras mi padre sudoroso se tiraba de los pelos:
-¡A mí me iba a tocar un hijo así!
En cuanto a mi madre -la que había llegado de fuera, la
extraña a la que le habían enseñado que nunca había que intervenir
mientras un padre educaba a un hijo-, se quedaba en un rincón, apenada
y con los ojos húmedos.
Un día mi padre volvió contento y silbando. No preguntó
por mí…Se cambió de ropa sin dejar de silbar. Después, alegre, se sentó
a la mesa y entonces se acordó de su hijo.
Observaba yo todo aquello por el nudo de la madera de la
puerta, hasta que vinieron a sacarme de la cárcel y me sentaron –yo con
el libro bajo el brazo, claro –en la silla de patas largas.
-Dime, payaso, ¿Cómo van los deberes? –preguntó.
Yo ya había empezado a temblar, aunque él no insistió.
-Vamos a ver hijo, –prosiguió –¡Hagamos un trato! Como
bien sabes, en el mundo en el que vivimos hay muchas maneras de ganarse
el pan. Están los tenderos, los zapateros, y qué más diría yo, están por
ejemplo los basureros. ¿Y por qué esto es así? Pues porque Dios da a
cada uno un nivel diferente de inteligencia. De la misma manera que un
basurero sería incapaz de desempeñar el oficio de un médico, un médico
no sabría hacer de basurero. Ahora bien: puede que tu cabeza no esté
hecha para estudiar y convertirte en un señor. Puede que estés pensando
que no quieres estudiar para convertirte en un señor, sino que prefieres
ser un zapatero, o un basurero ¿por ejemplo?
Hubiese apostado a que intentaba sonsacarme…
-Dime sin temor lo que piensas, no tengas miedo. Fíjate
en los basureros, no llevan libros de texto, ni tampoco tienen padres
que les hacen recitar por las tardes. Si tú me dices que quieres ser
basurero y que no quieres estudiar, entonces te dejo en paz y no vuelvo
a pedirte que me recites lo que has aprendido.
En una palabra, acabé diciéndole que quería ser
basurero.
¡Cómo se me había ocurrido!
No paraba de recibir patadas, bofetadas y puñetazos. Caí
al suelo junto con la silla.
Después de aquel día los deberes se multiplicaron, y por
supuesto también las palizas.
Le oí decir muchísimas veces:
-¡Dios mío. Dios mío! ¿¡Cómo pudo haberme tocado
semejante hijo!?
¡Él, por lo visto, había leído el Corán entero a los
cinco años!
3
(La
familia huye del enemigo durante la guerra de la Independencia. Ha
nevado y hace mucho frío)
(…)Más
tarde, cuando anocheció, las estrellas me parecieron heladas y la luna
llena, pálida y muy blanca. Nadie hablaba. Con la cabeza apoyada en
las rodillas de mi abuela, contemplaba la luna que asomaba por encima
del hombro del cochero, mientras mi hermano Niyazi dormía en los brazos
de mi madre. Ella, mi abuela y mis tías estaban envueltas en sus
chadores.
La noche se volvía cada vez más cerrada y las estrellas,
casi tintineantes, se multiplicaban. El cochero fumaba, tosía roncamente
y la cabeza con aquel gorro de piel llamado kalpak, se apoyaba al
carruaje y volvía a enderezarse. Mi abuela preguntó algo acerca de las
manadas de lobo, y el cochero, sin darse la vuelta, le contó que hacía
poco, unos lobos habían atacado a dos jinetes y los habían despedazado.
Entonces, mi abuela recitó una oración a todo correr y, con voz
trémula, se dirigió a mi madre:
-¡Oye, tú! ¡El niño va a tener frío, pásame la manta!
Cuando mi abuela me despertó sacudiéndome, habíamos llegado
a un pueblo y tanto la luna como las estrellas se habían esfumado. Un
hombre corpulento con un kalpak enorme sostenía una lámpara. Nos
condujeron a una habitación de fonda que olía a retrete. Luego nos
trajeron un brasero con carbón de leña humeante y una lámpara de gas,
con el cristal roto remendado con papel de fumar.
Mi
abuela volvió a hacer unas preguntas aterradoras acerca de los
bandoleros, los saqueos de los desertores, los enemigos y las manadas de
lobo. El hombre las contestó con voz grave. Eran unas respuestas
indiferentes, encogidas de hombros y sospechosas.
Mi abuela rezaba el Allahüla.
Nos llegaban desde fuera misteriosos susurros.
Alguien tosió con rudeza y esputó.
Mi madre y mis tías escuchaban, el corazón en vilo.
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Texto y traducción de Karen Eskenazi
(eskkar@netscape.net)
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ORHAN KEMAL
Traducido por Nil Ünsal
ÞAHUT Y SU ESPOSA
Papá Þahut estaba al lado del puesto de helados. Mientras colocaba
alrededor del cubo pedazos de hielo y los salaba, se sonreía
pausadamente. Por un momento miró a su esposa. La mujer, a poca
distancia, junto a la columna iluminada por la luz del sol que golpeaba
fuertemente desde lo alto, quién sabe cuántas veces remendaba la camisa
de su séptimo hijo.
Papá:
“¿En qué estás pensando mujer?” dijo, ¿en qué serás la madre de un
médico?
Su mujer se rió:
“Eso lo piensas tú no yo.. No engordes tanto porque vayas a ser el padre
de un médico. ¡Qué sea lo que Dios quiera!”
“Ah si mujer, es cierto, alardeo, ¿por qué voy a mentir?.. También
tendremos una mansión, vestidos limpios.. Fumaré el narguile cruzando
los pies cómodamente en un lujoso café.. Seré el padre de un médico.
¿Qué te parece?”
Poniendo su costura sobre las rodillas se restregó los ojos.
“A veces sueño.. Conoces las mansiones de médicos de la calle
Abidinpaþa? Sueño con que viviremos en una de aquéllas pero en la más
alta. Mi hijo tendrá también una placa con su nombre.. Te digo una cosa
Þahut, cada día yo misma, con mis propias manos limpiaré su letrero. No
trataré a mi nuera como suelen hacer las suegras. Abrazaré a mis
nietos..”
“Yo también...” dijo el hombre “todas las tardes las llevaré al parque..
Los niños se parecen a las flores. Buen tiempo, mucho sol...”
Yo misma fregaré el suelo, con mis propias manos lavaré sus ropas. Esas
cosas no se deben dejar a cualquier persona, en seguida se
despreocupan.. Yo misma también repasaré sus descosidos.”
“En la mansión tendremos nuestro cuarto. ¿Qué será de nuestra comida?
Hasta entonces envejeceremos más...”
“En una cómoda cama nos moriremos, nuestro funeral no desmerecerá...”
“Bueno, déjalo, después de que mi hijo sea médico me moriré de ganas de
fumar cómodamente el narguile cruzando los pies mientras nos mira todo
el mundo!”.
“Claro que ellos comerán en la mesa con tenedor y cuchillo. ¿Crees que
nos acostumbraremos?”.
¡Uf! ¡Qué pesada!”.
“No apareceremos cuando tengan visitas. Cuando vengan nos retiraremos a
nuestro cuarto y cerraremos la puerta...”.
“ ¡Haremos el café y se lo pasaremos por la puerta!”.
“Por supuesto. Es imposible que no hagamos el café...”.
“No es eso mujer, en mis últimos años ojalá que pueda fumar a gusto el
narguile cruzando los pies para que me vea todo el mundo...”.
“ ¿Y?
“Y después si Dios quiere que me muera!”.
Con manos fuertes empezó a dar vueltas al cubo de helado rodeado de
pedazos de hielo salado.
1949
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